31 mayo, 2006

Miradas

La mirada noble de Prica es a veces la entrada a un agujero sin palabras del color de la miel seca, una comunicación serena, silente y pura. Una distancia inseparable entre lo que nos pide y lo que podemos dar. Un salto al vacío. Es curioso ver cómo sus caderas sufren el peso inmisericorde de la gravedad, de los años, cómo su andar parece el de un muñeco al que se le acaba la pila –siempre a la vera de un muro que le guíe, a la vera de una sombra que no le canse-. Cómo sus movimientos se enlentecen y se perfeccionan tendentes a una comodidad infinita; en cambio la bondad de su mirada resiste inmutable a todo, al paso del tiempo, al paso de los terremotos familiares y al paso de la soledad. Le colocábamos al irnos una toca transparente que le hacía parecer una de esas monjas de las fotografías de los años cincuenta, una monja que se iba dando cabezazos contra casi todos los muros de la casa, a su través veía el mundo transparente con nuevos compañeros y con pastas que no conseguía comer sin nuestra ayuda. Se sentaba a mi orilla mientras leía y cerraba la historia de Babirusa, del cabrón de Rubirosa, de Paco Frontón o del enano Martínez. Del pobre Miguelito Dávila y su media luna en su costado. Y de Luli Gigante. Prica seguía entre flipada -con tanto chope y tanto dulce- e hipnotizada con la evolución de mi toreo de salón. Conoce el sonido de mi coche al detenerme frente al porche y adivina el momento en que cojo el atillo para irme: entonces se sienta al principio del camino que conduce a la salida y me mira seria y resignada hasta la siguiente cita. Hasta la siguiente mirada larga.

29 mayo, 2006

Esperando a Talavante (y II)

Ayer domingo de Dolores –de Dolores Aguirre-, salieron un par de toros con gran movilidad, sus puntas libres de las manos del hombre y si hubieran evitado las muñecas de sus gladiadores, la cosa hubiera discurrido de otro modo. Es cierto que este tipo de toreros –en su descargo- acostumbrados a tragantones, trallazos, a plantear la lidia como una guerrilla con espada y muleta, se sienten perdidos cuando un toro les exige la medicina sabia y cicatrizante del temple.
Semana torista en San Isidro y continúa el rumor de Talavante. Cuentan que Talavante, vive perdido en una aldea, que pastorea con media docena de ovejas, y con la única compañía de un viejo, con el que charla a modo del Disputado voto del señor Cayo. Dice que se aísla, que necesita esa soledad para metabolizar el miedo en tranquilad, el silencio para ver la sombra de la muerte y sobrepasarla como una evolución natural del privilegio. De momento ha sobrepasado el infernal mundo de los novilleros y tomará la alternativa tras debutar en Nimes. Todos quieren contratar a Talavante, todos quieren hablar con él y el no quiere hablar con nadie más que con su muleta. Asume la religión del toreo según Corbacho, que no es otra cosa que asumir el riesgo máximo del mismo modo que el arte, sin trampa, sin farsa. Responde torero a las comparaciones con José Tomás: ”de hoy en adelante las cornadas me las pegarán a mí, no a José Tomás y en quien realmente yo me he inspirado es en Antoñete, en cómo se quedaba colocado después del primer natural, ahí donde los toros van o te cogen”. Y es que Chenel ha sido muy grande como grande es la ilusión generada por Talavante, un torero guiando un rebaño de ovejas.

25 mayo, 2006

Esperando a Talavante

No se si es posible mutar el modo de tocar a los toros, la manera de andar hacia atrás con el capote, la forma de llevarse la muleta a la cadera antes de inicar el cite, la colocación del cuerpo, el giro imperceptible de las zapatillas para ligar por naturales, la verticalidad, las cercanías. Talavante es de la escula de Antonio Corbacho -viejo amigo- y es un calco en las formas de José Tomás. Hasta el vestido lila y oro de ayer. Llegó al patio de cuadrillas cinco minutos antes de las siete, ni se inmutó.
Nunca me gustaron las imitaciones, pero es que ayer Talavante lo hizo perfecto. Quizá lo lleve dentro, quizá el toro desnude la farsa. De momento ayer apareció un novillero distinto sin el marchamo a cadena de montaje con que marca la escuela taurina. Por cierto gran novillada de El Ventorrillo. Como dicen los taurinos para ponerla el culo.

24 mayo, 2006

Joselito y Belmonte

A modo de Joselito y Belmonte, al modo de Alfonso Navalón -crítico sabio-, la crítica moderna televisiva se vertebraba entre el Palabrero Fernández y el Fenicio Molés. El Fenicio tiene una historia interesante. Me cansa la retransmisión tabernaria en Canal +. !Ese tío señores cómo ha estao¡. No pongo en duda el formato innovador de hace años, ni la retransmisión, técnicamente irreprochable. El toro es cultura y darle un poco más de empaque a la cosa no estaría de más, algo más de altura en el lenguaje, de precisión conceptual en la definición. Un poco más de categoría. Menos sorteos de Jamón –imaginan sortear chorizos Cantimpalo en otro espectáculo serio, en la opera por ejemplo (ahora que viene el entreacto y Plácido se ha ido a mear, manden un SMS con el texto Jabugito...)-. No me jodan. Menos emociones exageradas. A veces El Fenico parece un banderolo que asoma la cabeza por un lado del burladero, jaleando o adelantando la jugada al matador. Menos mal que está Chenel, sabio, prudente y pitoniso: siempre atento mientras El Fenicio se despista con un escote. Sinceramente echo en falta a Fernando Fernández Román y Roberto Domínguez en Vía Digital: más allá de florituras conceptuales y de su escaso sentido crítico, no era un palabrero, ni un chufla y menos un trincón. Me consta. Es alguien que ama la fiesta, que domina el lenguaje y que sirvió al mundo del toro en R.T.V.E.

P.D.- Si les gusta viajar hagan un viaje delicioso y único: El viaje a los toros del sol, de Alfonso Navalón. Recientemente reeditado.


Esplá



Esplá cumple treinta años de alternativa a ritmo de jazz. Esplá es enjuto, antiguo, polifacético y diferente. Torero intelectual. Torero de hoy: fogonazo en blanco y negro de las fotografías pobres de los toreros de otro tiempo. Diferente. La diferencia reside en lo estético. En los vestidos con el aire jovial y barroco de principios de siglo pasado, las hombreras lamidas por el oro derretido, caídas, los bordados de Frascuelo, los golpes en la chaquetilla de Ricardo Torres “Bombita”, de Machaquito o de Joselito “El Gallo”. La diferencia fuera de la plaza también. Y dentro. La diferencia reside en lo profundo: en el andar por la plaza, en el cuidado sumo de la lidia, como liturgia sagrada del detalle. Esplá torero viejo que conoce el toro fiero y sus dominios –que son los terrenos, las distancias, las reacciones, las miradas- como la misma palma de su mano. El banderillear al paso, montera calada al ritmo de Paco Honrrubia, de MANOLO MONTOLIU o de cualquiera de los Bienvenida.
Esplá sonríe a menudo en la cara del toro, sonrisa torera, sonrisa en la cara del toro de verdad, aquel que muy pocos ven la cara, escupiendo el miedo y procesando al milímetro la condición del toro y por tanto el modo en que plantear una batalla sin sangre, pensando en hacer arte del galope de un toro de bronce, musculado y fiero de Victorino. Reúne a los suyos en un pueblo al que tiene cariño, para matar un utrero o dos y poner en práctica la revolución: el abajo muleta en ristre vestido de calle y un cuarteto de jazz en el tendido, sin las luces, ni el humo, ni la magia de un club de jazz, para que suene libre, sin partituras; como el modo en el que Luís Francisco camina por el toreo. Que lo estudie Jiménez, que hoy iba a la cara del toro como si fuera a tomar la primera comunión.

23 mayo, 2006

Depauperada Puerta Grande

Zabala de Serna y yo vimos una corrida distinta, una faena diferente. A la faena de Juli le faltó alma, le faltó armonía, torería, al conjunto de la faena que quedó rota por la calle de la tizona. Juli cogió la espada en el momento de sazón de la faena. Gran toro de Bohórquez, fijeza, clase y casta sobrada. El toro colocaba el cuello para lucir el toreo al natural. Juli se fue a por la espada y el toro huérfano y confundido: cuanto menos un par de series más, para culminar la obra, para tocar el cielo de Madrid a la manera de Juli, claro. De todos modos depauperada puerta grande, comparada con otros atardeceres: el toro de Alcurrucén de Aparicio, el de Garzón de Antoñete, Manzanares, Curro Vázquez o José Tomás… Verdad que Juli se rompió al natural con el toro, la muletita arrastrada -la figura encorbada tambien (malo el torero al que se le ven los tirantes)-, pero la puerta grande hubiera sido excesiva. De todos modos, Madrid mínimo debería exigir dos orejas en un solo toro para cruzar la calle de Alcalá. La oreja fue creo, justo premio. Por cierto, olé por Rincón.

22 mayo, 2006

Contrastes

Este fin de semana asaltamos una obra, descerrajamos las vallas buscando una escalera. Entre escombros, el hombre tranquilo. La encontramos. Regresamos muleta en mano hasta situarnos debajo de la ventana, asaltamos la casa y evitamos que un cerrajero caprichoso nos hiciera un boquete en la cartera. Emprendimos más tarde, viaje a Madrid, viaje movido con humo negro, olor a neumáticos quemados: la antesala de lo que luego vino a portagayola del aeropuerto, donde un coche blanco ardía sin compasión, como arde el amor cuando se acaba. De regreso bordeando la M 30, el bullicio de los coches, el tráfico, la prisa por llegar, la brea ardiente en mayo y de reojo Las Ventas, donde un hombre camina lento con medias rosas en el siglo XXI, zapatillas de bailarina y chispeante con lentejuelas. Al mismo nivel de la brea, de la prisa, de la revolución tecnológica. De la locura. Un hombre de andar tranquilo y un animal fiero. En un tablero intemporal de arena, mientras a unos metros circula la vida feroz. El tiempo que nos ha tocado vivir.

19 mayo, 2006

RelojDeArena

Oigo mis pasos fríos al subir, al subir cansado de pasear las calles nubladas de polen, cansado del rastro de los anuncios salmón en mis hombros. Es posible que el tock-tock del cierre del coche vuele y atraviese el algodón de lo que no son cortinas; al llegar no revuelve los cajones entreabiertos y desordenados de mi cabeza. Los cierra con cuidado, prepara la cena, me enseña el varetazo corrido y ardiente de la plancha, en la línea de miel del pantalón. Después el sueño, recoger y atusar los cojines; colocarlos como guardianes de espuma, para que al día siguiente recojan nuestra espalda o su cuello o mi sueño tranquilo o intranquilo, porque hay días que las deudas de este juego parecen un reloj de arena.

15 mayo, 2006

SanIsidro

San Isidro amuebla el parón. San Isidro en el tendido de casa marca las costuras de la ausencia con hilo grueso, sin humo. El salón un espigal amarillo casi infinito, dándome los frentes una pantalla que me abre la ilusión como una sandía, roja, húmeda, brillante como la sangre de toro. La voz octogenaria del genial Chenel; Antoñete abre una cátedra a cielo abierto, una universidad con voz de Pepe Isbert y la mirada del genio que lagrimea recuerdos, toros, medias verónicas y las reglas sagradas del toreo. La cosa va bien, tan bien que de momento una cierta revolución de claveles modestos, descerraja las oxidadas bisagras del escalafón de los últimos años. Como Fernando Cruz, castizo del barrio de Chamberí el torero que ayer impresionó en San Isidro. Oreja de oro para una faena importante de verdad. De oro para distinguir el trofeo de otros concedidos días atrás. Oro de dieciocho quilates. Por auténtico. Porque Cruz funcionó con corazón y cabeza. En definitiva torear es someter, y Cruz sometió a un toro de Araúz de Robles que no quería ir, que se mordía la mala baba tras la muleta. Del principio genuflexo destacó un largísimo pase de pecho. Las cosas claras, el chocolate espeso. Y es que cada derechazo era un gesto, o una gesta. Uno cosido tras otro, como los tres o cuatro naturales de Gallo, que pusieron la plaza en pie. Esperanzador.

08 mayo, 2006

Modernidad

El País cumple 30 años. Aún sin decantarse al resptecto de la fiesta de los toros. Un crítico ramplón ocupa ahora tribuna -desde la muerte temprana del castizo Vidal-, la sección taurina en espectáculos. Vale. No en la sección Toros, ni en cultura, sino en espectáculos. En el ejemplar del domingo, Más toros de Manuel Vicent, en la contraportada se declara un año más antitaurino, no contento con ello, además de mearse en el respeto de sus contrarios, embadurna en blanco y negro la fácil teoría del antitaurino. Los buenos aficionados, deben entender el fenómeno argumentado de lo antitaurino. Más aún, se me ocurren media docena de ideas sensatas. Pero Vicent desnuda en su artículo la teoría chabacana de la España desdentada, vacía, analfabeta y perdida, descamisada y maloliente, para justificar la asistencia al espectáculo: “este ya no es un país de gente desdentada y patilluda que alcanzaba la gloria metiéndose entre pecho y espalda vino de bota mientras un torero, acuchillada, hacía un estofado sobre un animal para solazarle y afirmar al mismo tiempo los valores de la raza". Cita legislación sectorial catalana afirmando que frenaran y esquilmarán cualquier grano de albero que pise Cataluña y nos anuncia que de nuevo Cataluña tira de España hacia la modernidad: “prueba de que Cataluña es un pueblo evolucionado, que tira del resto de España hacia la modernidad”. Pobre Castilla a la espera del retorno del jedi. Este majadero no ha entendido nada. A mamarla que sabe a fresa, fresa catalana si quiere.

03 mayo, 2006

Despedida


Cuando un torero grande se corta así la coleta, un reguero de miedo, de arte, de responsabilidades, de angustias y de memoria cae al ruedo; unas cuantas docenas de fotogramas pasan delante y hielan la vista de los buenos aficionados. Se fue Manzanares ayer y los cronistas: tirando líneas sin percatarse de lo que se fue repentinamente. Vestido de café con leche y oro, terno manido, en una tarde que no fue la suya, dijo adiós arrebatada y sensatamente José Maria Dolls Abellán, José Mari Manzanares, aquel que llegó en el toreo, sencillamente donde quiso.

02 mayo, 2006

Recomendación

Me enseñaron pronto, que las recomendaciones gastronómicas en esencia son una correspondencia directa, una equivalencia a como cada cual, come en sus casas. La educación del paladar.

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