28 abril, 2011

Atarderes próximos

La piscina está limpia. Cruzo el agua como una avenida azul. Volteo mis pasos, me abro camino al nadar. Busco la asfixia del buceo y el aire sobrevenido de la superficie es un reencuentro de oxígeno y vida. En el agua todo flota. En los libros de mi mente Aki muere y Shakutarô sigue nadando y en el amor las islas se mueven hasta la playa. En la memoria de estos días se cruzan kilómetros de carreteras secundarias, kilómetros corridos a cinco minutos el kilómetro, vides y valles montados en un mini azul, esqueletos de vino; un paseo con Nora que ya ha descubierto lo fundamental: la dicotomía del si y el no, la renuncia, pasamos más de un kilómetro envueltos en un diálogo bipolar: “que si que si”, ella responde, “que no, que no, que no”. Así en espiral. Luego bajamos hasta un riachuelo de peces como galletas de pez y en la ladera de un jardín Nora aprende que los meses de abril huelen a tomillo, lo pronuncia mientras el olor ya se tatúa a su mente por siempre. Como una niña torera aprende a dar abrazos con palmada. Es jueves y ya puedo decir que el sol sale por el este de este cielo mientras desayuno y que el sábado veré ponerse el sol por Triana y apoyarse en el oro de Morante de La Puebla, metal y luz de Sevilla.

11 abril, 2011

Una muleta en Flandés

Jaime como una pica en Flandés, se defiende en el exilio con una muleta roja de Miguel Tendero: espada y estaquillador trenzado, visita esa resistencia de Vichy del aficionado extranjero. Viene con un suéter de lana de tomar esas mismas aguas de Fukushima, para tomar el agua hervida de la madre en un fin de semana de avión y balneario familiar. Luego nos reserva un corner de mediodía, cerveza y vapor de mejillón; esa mirada azul de su hermano tan de su padre es una herencia. Luego, mientras muda la piel de mi índice y el sendero de la cicatriz se dibuja, quema mi frente pensativa buscando un buen refugio. Camarón ve crecer la hierba de la primavera más lejos, como en un internado castellano debajo de la muralla de Urueña. Es el único traidor al que hablo. La casa tiene sus huecos, y en nuestra vida su espacio se presenta y se aleja como la sonrisa de Serezade. El sol atraviesa esta casa hasta llegar a su blancura con toda la franqueza, yo ato mis zapatillas como si fueran el estaño de los machos, me tiro a la carretera, el pulso se alborota, busco llegar a un lugar donde este sentada esta primavera, apagar la música, sentir el aire caliente, pensar que en ese instante nadie sabe donde estoy. Tomar oxígeno. Y regresar.


Estadisticas blog