18 octubre, 2005

Color

Días de plomo en el cielo que teñimos de colores. La casa asaltada por cubos, brochas, plásticos que hibernan los muebles. Hombres que vociferan contra las paredes. Escaleras arriba y abajo. Libros huérfanos que pierden su lecho y su compañero de fila. Estanterías, bibliotecas desnudas y camas sin vestir como mañana. La luz que por fin conquista rincones absurdos. Mezclamos el blanco con el amarillo –lagarto, lagarto-, con el rojo. Con azul de mar profundo. Ójala fuera tan fácil teñir los días grises de blanco y oro. Los intrusos nos avasallan, sus huellas manchan por donde pasan, uno de ellos lía cigarrillos a la velocidad de la luz. La casa es un laberinto de cartones sin pobre. Me temo que se atreverán a maquillar la nube ocre condensada por los billones de wistons, que fumó junto a nosotros. Los colores no borran nada. Sólo reflejan como un espejo los días de ayer.

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