09 julio, 2007

Sabores

Un viaje directo hacia el batir de las rocas, hacia la espuma viva y salada, hacia la barba blanca de un hombre bueno que broncea su piel con Martín Codax. En un recodo de la costa al borde del arcén mismo del mar, la mujer que sabe del color de todos los peces me besa en metralleta y el coche rojo es un perro guía en busca de percebes. La playa, un baño finlandés, el escote de mi hermana provocando insolaciones, cuellos que giran como cisnes y ella sin saber porqué. Y el buceo es una búsqueda del pez helado y la cama una ladera rodante que tortura el sueño. No sólo el manjar de la risa embadurna el paladar de estos días: la sal de los percebes, el néctar de pimiento, la gelatina levemente pimentada del pulpo y la reina de estos días, un deleite hermafrodita que primero es macho y luego hembra, una perla que vive cerca de la costa, hasta los ochenta metros: la zamburiña, que con una breve visita por la plancha se convierte en una valva de mar atlántico. Y el vino de Barrantes dejando en el tazón blanco un reguero de tinta carmesí, una marca de agua roja que mancha y certifica que estos sabores no son ningún sueño.

Estadisticas blog