07 febrero, 2008

Crónica

Estos días salvo la vida de un perro, le dejo que siga por los bosques del pasillo mientras mi antebrazo sangra. Yo se que hay cosas que dejan la razón para hacer un nido loco en el corazón, en el tuyo que es grande y alto y late a prisa cuando Camarón corre con sus orejas negras y rizadas al viento. Como una flecha de libertad. Estos días me refugio en estas labores de amanuense, peleo con molinos con alma de Don Quijote y me despido de este rincón blanco de moqueta y luz clara que era ya un espacio acostumbrado a mi medida. Atravesé Castilla esta mañana luminosa, un campo de luz que consiguió despistar mis lágrimas. Las ventanillas abiertas del coche hacen que cruce el invierno. Entro en una ciudad fría con tráfico de domingo tranquilo, hay ciudades que parpadean despacio. Un hombre entiende lo que le explico. Regreso a una ciudad de motores rugientes. Vuelvo pensando en ti. Buscando las palabras que te diría hoy, después de soñar contigo. Hoy que se que el destino ya no es una excusa, sino más bien, una quemazón de hielo.

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