21 diciembre, 2007

Dedicatorias

En la mitad de la mañana del pozo recibo un libro que tomó la forma de una ola. En la portada una gran máquina de vapor de acero rojo a todo tren que se acerca, que me lleva a unas líneas en tinta negra que me abrigan el corazón frío de una mañana de diciembre. Detrás de la firma hay una espalda larga que nunca consigo abrazar del todo, una mirada que se posa inteligente y brillante donde se detiene; alguien que cuida mis borracheras sin alcohol, que sabe ver las grietas de los amaneceres de invierno, que hace puentes y ahora bucea por los garajes más profundos hasta encontrar entre un laberinto de columnas blancas la salida que lleva cuesta arriba al gran Fort Apache.

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