Crónica de octubre
Un viernes envuelto en una gabardina. Una corbata, casualidad azul purísima se anuda en mi cajón. Por la mañana acorté el camino entre L.A. y el desierto de ladrillo de Afganistán. Un café caliente y un abrazo breve, como de patio de cuadrillas. Hace un año se abrió la tierra de octubre en un pasillo de hospital, un pasillo blanco, luminoso y desesperado. El hombre tranquilo domina el silencio y se que se fue a su cita de Asturias para estar más cerca de la sombra que pesa y acompaña.
Y nada nuevo, bueno cambié tu fotografía y veo que me dejas pistas en la biblioteca desordenada: un libro viejo con olor a madera de César Ruano. Sabrás que Jaime es ya casi abonado del 7, que Alcalá es un pasillo largo y ruidoso de su casa, que se descalza en la Gran Vía y que inaugura amor, descorcha espuma de cerveza en una esquina encendida de Madrid.
En la campa de octubre cumple años Camarón –que no obedece, embiste- y la doctora que da besos a cuenta gotas tiene sueños de gasa blanca y Mario consigue acariciar la música en la ventana de una máquina perfecta, y tú te compras gafas a pares y yo le debo al hombre tranquilo quinientas una pelotas y una cena con menú de noche y mandil negro y a la pizarra del pozo le debo mil horas mientras redacto contratos y mentiras y sueño mientras floto, entre brazadas largas y medias verónicas.
Y nada nuevo, bueno cambié tu fotografía y veo que me dejas pistas en la biblioteca desordenada: un libro viejo con olor a madera de César Ruano. Sabrás que Jaime es ya casi abonado del 7, que Alcalá es un pasillo largo y ruidoso de su casa, que se descalza en la Gran Vía y que inaugura amor, descorcha espuma de cerveza en una esquina encendida de Madrid.
En la campa de octubre cumple años Camarón –que no obedece, embiste- y la doctora que da besos a cuenta gotas tiene sueños de gasa blanca y Mario consigue acariciar la música en la ventana de una máquina perfecta, y tú te compras gafas a pares y yo le debo al hombre tranquilo quinientas una pelotas y una cena con menú de noche y mandil negro y a la pizarra del pozo le debo mil horas mientras redacto contratos y mentiras y sueño mientras floto, entre brazadas largas y medias verónicas.
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