19 julio, 2007

La mejor Ginebra

No sabía que el jueves tomaría un camino de ida y vuelta con el corazón nublado, con la pena hecha venganza. Con el mar gris vuelto de espaldas. El verde, las laderas, el país del Capitán Blanco que murió coronel, te acogió como un sueño. Y es raro que a este norte pueda llegar la muerte una mañana y es raro que las olas mudas no reconozcan la playa. Y es difícil cerrar los ojos y dudar si existes y si existe el tambor de tu risa, que hacía temblar el mundo. Y es difícil vernos a todos disfrazados de escalofrío. De susto. Y no es fácil contigo estar triste, porque si abres las ventanas te veo con la mobilette roja volver de Mojados y esos ojos color purísima que lloraban de risa después de que navegárais mares de ginebra. Y es fácil recordarte, cuando la lluvia caiga sobre el jardín donde descansas, como un tango para la sonrisa y más fácil será llevar tu nombre a los suburbios de la memoria, tu ejemplo de torero macho desanudando su breve corbatín. Y es más fácil consolarse ahora, porque seguiréis viviendo codo a codo, risa a risa, juntos ahora una lunas de charol después, igual que entonces. Con la mejor ginebra.

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