16 noviembre, 2009

Nocturno

En la madrugada recién hecha se llega al muelle de otro mundo. Los charcos del alba son agua recién nacida y no tienen que ver con los charcos enturbiados del día. La calle es un solar tranquilo de edificios dormidos y aplacados. No existen los disparos del día. Reina la ropa blanca tendida como bandera ondeante de la noche y ver amanecer así, desde una buhardilla más cerca del cielo que de la tierra, el alcohol y la noche sentados en nuestras rodillas, fue un trago largo de vida. Es la noche una resistencia de Vichy, aquella buhardilla un galeón de madera donde buscar los lugares donde tiembla la tierra después de los abrazos, una esquina donde no llega el cuervo de las horas laborales, y sí el brillo de la cocacola de tus ojos; una esquina de humo y habanos, de ginebra que sirve para mirarnos sin los inhibidores de la luz y es también ese agujero negro embriagador: un lugar deshabitado de ti donde echarte mucho de menos.

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