Caladas
Ayer noche ganamos una batalla. Vimos de cerca las brasas que se funden en la fragua de los labios. Dentro de nada, deberemos acudir a un museo para recordar los olores del tabaco, los humos que envuelven los miedos, las inseguridades, el placer o el lazo que en bocanadas se anuda después del sexo. No entienden que el pitillo es un bastón para el alma. Que sería del cine en blanco y negro sin nicotina en el reparto, qué sería de la literatura sin alquitrán y qué sería de quienes han construido con cinceles de tinta china las páginas que ahora disfrutamos. Y el tenebroso placer de ver como una mujer se lleva coqueta el cigarrillo blanco de nieve a las comisuras. No agradecemos nada. Condenamos sin paliativos. Marginamos, sectarizamos. Y no nos tiembla el pulso. Vale, venga, sí; el tabaco, ahora va a salvar tres millones de alveolos por minuto, pero hombre dejemos que la gente elija, dejemos que respeten y que respetemos, dejemos que compren una cajetilla sin que reciban esquelas con fecha a la vista. No hay más batallas para los burócratas que el tabaco y los fumadores. Nadie habla de lo que comemos. De que las frutas ya no son frutas. De que la carne lleva más química que los muslos de Ordóñez. Que las doradas y las lubinas están travestidas y que tienen su esófago acribillado por piensos de dinamita. No importa el mar, ni los bosques, ni la boina de mierda y grisú que presenta Madrid desde Guadarrama. No importan los niños de vientre hinchado y ojos desorbitados. No importa la tela que los Estados nos han robado a cada calada con el jodido negocio de la Tabacalera. Importa hacer las cosas a la americana. Dentro de poco follar no será bueno. Porque follando te evades y te pierdes en las praderas del hedonismo.
Bueno pues eso. Ayer disfrutó mi cuerpo tela, viendo como el newyorkino no se calzaba la casaquilla para ir a tomar aire al lucernario. De ver a SánchezBolín envuelto en el relente del puro, soñar despierto con M.V.M. De escuchar tertulia de la buena, de la que alimenta el corazón y la memoria. De ver a esos dos niños corretear por el pasillo. Y a esos primos ser hermanos. La chica de la mirada oceánica acurrucada en el sillón. Hay océanos menos azules. Itziar columpiando el sueño. Ya se sabe, tiene aún los tempos de los niños: cena y duerme. Hablamos de cosas, de libros, de literatura, de la manca que nos duele. Y de Ava. Lo pueden escuchar hoy si se animan a comulgar en misa de Pavesse. Conocimos al newyorkino. Se presentó al festejo de catafalco y azabache. Y es como escribe. Dentro de diez años cuando haya publicado unas cuantas novelas de éxito, nos acordaremos de una tarde noche de inocentes, en que le pegamos una calada larga, sabrosa y honda a la vida, mientras esperábamos el visado al éxito o a la nada. Cara o cruz. Puerta grande o enfermería.
P.D.- Por usted Maestro, que amaba el Winston americano. Donde quiera que esté.
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