27 marzo, 2006

Tren a Austerlich


París espera como una bocanada de aire fresco. En un lugar intemporal del calendario espera una estación abierta al día, un andén donde despedirse como antes, con el sonido de los bronquios bravos de un tren que cruzará Francia. El tren viajará como una maleta llena de sueños haciendo equilibrio entre las vías, de noche y sin el sonido que gracias al cine tenemos tatuado en nuestro infinito Itunes. Recuerdo un tren abriéndose paso entre una sábana infinita verde manzana, respirando y escupiendo un humo blanco; recuerdo a una mujer: Karen Blixen, preocupada por su porcelana de Limoges y a Finch Hatton, Denis, con marfil al hombro, acercarse al tren detenido en mitad de la sabana. El cine como nadie nos ha enseñado y engrandecido el tren, como un símbolo de su tiempo, cruzando África o serpenteando la nieve de Polonia.

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