29 octubre, 2006

Gemelos

Mi corazón parpadea inquieto desde el último encuentro con gemelos. Gemelos que cierran como alas los puños almidonados de la camisa y delatan la postura, la rendija de luz que se ve debajo de la puerta. Los gemelos más allá de ejemplos horteras, son a veces una postura. Es una obligación estrenar vestido, en tardes de farolillos: mirar la ilusión a quemarropa y calzarse la taleguilla de seda, que por nueva y virgen araña la piel cuando el matador es alzado y empujado hacia el cielo blanco de un hotel cualquiera. Escucho un secador de pelo que se entremezcla con las notas de Keith Jarret, con el sabor aún en el paladar de dos boxeadores que pelean por la misma mujer: Blanchard contra Bleichert, gracias a la lectura de La Dalia Negra. El secador calienta aún más las primeras notas de el tren de los momentos de Alejandro Sanz. En los blogs vecinos, en los blogs profesionales como el de Julio Valdeón y cia. para elmundo.es desde New York: (porque el talento y la clase no se becan, se tienen y se deslumbra). Bien en estas bitácoras , cantan las virtudes de Nash, Springsteen o Neil Young, como un reclinatorio donde acomodar el alma más que a menudo. Yo veo más de cerca el canalillo de mi vecina o de cualquier chica almodovar. Sanz no es ya un yogurín romántico que afloja y empapa bragas de adolescentes. Su voz es flamenca, sus letras a veces un abismo, profundo y angustiado, roto y sangrante: como el caso del nuevo single: a la primera persona, donde el poeta explora una llama por dentro.

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