13 febrero, 2008

Islas

De noche me guarda el rótulo del ABC, una luz blanca de luna que ilumina la habitación. Vienen y van coches de noche que parece toman un túnel por debajo de mi cama. Madrid de madrugada ojerosa. Tomo un avión encorbatado, cruzo un amanecer limpio, una sombra naranja descansa en las alas. Miedo por estar tan alto. La isla tiene un son cubano, gente en manga corta y bufanda, un mar escondido. Las calles tienen restos de confeti, hay serpentinas y jirones de disfraces en las orillas de las aceras. Hay terrazas perpetuas que no vence ni la lluvia, ganas de vivir la calle, de buscar el sol y de andar tranquilamente, desperezados del tiempo. Gente que se para en mitad de la calle echando un ancla a las conversaciones. De noche, me recibe Tony Soprano en un televisor minúsculo, es como si me sentara a la mesa con alguien cercano. Muy temprano recibo en una sala verde y sueño con playas que no puedo pisar. No me llega el sonido del mar, ni el viento de la cumbre del Teide. Me llegan tus besos. La noche es un burladero lluvioso antes del sueño, un escape para mezclarme con el ruido, sin notar el peso de este plomo. Una terraza mientras llueve, una lluvia que más que calar acompaña, un café caliente junto al puerto, una bandera blanca a lo lejos, más cerca barcos con cascos arañados y más cerca los recuerdos que son un golpe de remo en el agua de la memoria.

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