El verso libre de Morante
Jaime cicatriza heridas con el verso libre de Morante, porque Morante es la fuga, la escapada. La torería guardada en paños de algodón. Morante vive en un universo propio, gravedad propia, estrellas blancas y azabache, por encima de su cielo azul de medias verónicas y extravío. Ahora que llueven hostias como granizo después de la encerrona conviene recordar que Morante, pese a su espada blanda y huidiza, se encuentra en un momento de gracia, de gran valor y disposición. Se queda quieto Morante, abre un abanico aireado de torería diferente, graciosa, clásica como los renglones de César Jalón y su biblia torera Memorias de Clarito. Viendo como toma Morante la mano izquierda, llega la melodía de su toreo equilibrado como un impromptu decidido: por la mitad del palillo, la tela justa, recién planchada para obedecer a las yemas de los dedos, sin almidones ni engomados. Y el capote de Paula reinventado. Volado y bailado. Y ese hundirse en cada suerte. Y esa trinchera de bronce que cruje el lomo del toro con la mano en la bragueta. Pero Morante es poesía, dandismo y alma al aire. Un poeta que no sabe de editores. Yo no se si saben editar a Morante, si saben como Visor, elegir la portada seria, el papel de gramaje adecuado, el marco del verso en al inmensidad profunda del papel blanco. Los editores advenedizos de Morante sobran hace tiempo. No encuentra Morante sombra que lo acompañe. Malo un apoderado que firma en el momento del torero Roquetas de Mar. Eligieron seis toros que por hechuras no hubieran pasado el fielato de un veedor cabal, como aquel Pepe Salamanca. Y es que los poetas también debieran ver más allá de la filigrana.
<< Inicio