Vuela el sombrero de Morante
Imagino lo oscura que será la noche de Adrián Gómez, lo profundo del sueño, el cerebro canalla desobedeciendo la caricia. Todos los balcones a los que asomarse cerrados. Yo no sé si es mejor caer como Juncal: la batalla, el toro, la sangre, un traje blanco y un sombrero calado, la mortaja última del albero sevillano. La inmortalidad. La historia de Adrián como la de Robles, debe ser la insoportable levedad del ser, llorar lágrimas negras, por que el toreo es baile y caricia y sensibilidad y movimiento. No es estatua ni teatro. Adrián mirada torera sonreía el domingo, a un empacho de adrenalina, sombreros que vuelan y esperanza: ese sombrero cordobés de Morante volando el domingo como un natural con alas. Ojala llegue el sombrero de Morante hasta la ciencia y la esperanza.
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