25 noviembre, 2010

Cumplir

Los días así de azules tienen algo de intemperie: a cielo abierto, sin techo ni reparo alguno. Hay reparo porque te veo en la alegría de este coñac como un zumo de madera que bamboleo como si fuera tiempo, ese tiempo me lleva a los paraísos perdidos y ganados aquí en la tierra y más allá de esta bola del mundo que tú me regalas. Me acompaña mi perro hace cuatro años, este perro que juega con los restos de la helada, con mi corazón entre su pelo negro, este perro que se pasea como Camarón mirando todo en clave de leyenda indomable. Camarón sube sus patas de fuego a este sofá, bebe de una Heineken, mira de cerca las fotos grandes de José Tomás en ese libro que tanto acaricia con su hocico: Serenata de un amanecer. Repaso estas fotos como una parábola de invierno, como un destello de luces y rosas sobre noviembre, como un viento de capotes abiertos. Cumplo años con un libro en la mano que es el camino de la felicidad que tú me abres, como aquellos mexicanos que despejaban el camino de la selva. Siempre se trata de cumplir, como un estribillo roto de Sabina, de cumplir con las reglas y la espada, con los días y nuestros pecados, con el doloroso olvido de quienes no supieron tratarnos siquiera mal. Cumplir como tú me cumpliste, con el diccionario en la misma mano: remediándome, proveyéndome de lo que me faltaba. Te doy las gracias y continúo las páginas hasta llegar a este natural inmenso.

Pd.- La voz de Jaime desde Bélgica, me trajo el ruido de la nieve.

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