El gol
Los goles así de rojos son una resurrección. Son el grito de Rodrigo Triana gritando tierra, diría Umbral. Tenemos una red en el corazón donde van a parar los goles. Cuantos goles vi con mi padre. Goles de invierno, como un temblor de frío. También él buscaba mis goles y me seguía en un peregrinar por los campos de tierra, por los banquillos, por la cándida adolescencia. Yo buscaba su mirada en una esquina del rectángulo. Yo corría para sus ojos. Luego llegó el sobre de agosto y la ilusión violeta. Y la tierra de los campos se tradujo en hierba y un tipo llamado Flanagan cuidaba de mis botas. El silencio del Zorrilla en los entrenamientos, el ruido del toque del balón, el eco de la grada como una soledad futbolística. Sus ojos a lo lejos. La humildad de mi peso. El gol fue vivirlo con él, los goles fueron los viajes de regreso a casa, el gol fue su compañía. El amor con que seguía mi carrera y su ilusión por que saliera de todos los regates. En la tierra y en mi vida.
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