Música para los parques
En Bloomsday. La música lumínica de mi iPod, abriendo la carrera en el día de Leopold Bloom. Acompasando la zancada la voz lastimosa y bellísima de Enrique Urquijo y un toque de guitarra que me empuja a correr: “por todo el camino/ de mi barrio a tu barrio, como convencerte/ venía pensando, nunca se recibe/ sin dar nada a cambio/, yo daría mi vida/ por dormir en tus brazos”, luego con esa soledad de corredor de fondo visito parques, los riego con el agua de la voz de Camarón de la Isla, y entre los huecos de la guitarra de Tomatito, corro por sus senderos, dejo el aburrido mapa de la moqueta, la ciudad de asfalto y respiro sus islas más verdes. El cielo cuajado de nubes es la carpa de ese circo y su endorfina. La zancada es alegría y meditación y pensamiento. El pulsómetro sube y se queda en la frontera sudorosa del esfuerzo. Mientras la lluvia aparece y es un relámpago para la luz húmeda de este paisaje y las ondas grises de los cerros. Regreso. Y en el cajón de cloro toco el fondo de este día. Braceo el agua, volteo y avanzo, mientras tras el ventanal empañado la noche se hace firme. Luego el calor, a casi noventa grados, como un fuego templado que lima las aristas de cristal que me han acompañado este día. Luego el teléfono me devuelve a la vida y a los besos, al verso libre y suelto de los sms, a los vestidos de boda, ahora que recibo cartas que vienen de un mar azul en un sobre negro como una vela sobre el viento sereno del tiempo. Y como es Bloomsday, me duermo por casualidad con la Dublinesca de Vila Matas. Un libro para una noche de lluvia y whishky.
<< Inicio