01 agosto, 2010

Selva

Escribo detrás de la selva. A Paloma le mando un beso. Enfrente está el mar y tus ojos de cocacola. Muy al norte Sánchez Bolín conquista Harlem y yo le llamo por la ruta de droga. Yo solo veo hombres de Sinaloa. Memoria de cocaína. El poder del perro en la mano y más cuentas en mis muñecas. Aquí mis pies tienen alas y tu recuerdo el surco salado de una lágrima. La insondable verdad del KO. Sudo. Se inunda el iPod. Sudo todo el invierno, toda la niebla. Baja por mi cuerpo todo el deshielo del frio. Me dejo arrasar por el sol. Me golpea y atraviesa como aquellos ojos de superman. Escucho lenguas extranjeras, paso por Mérida y Valladolid, veo carteles verdes, selva de mar que se come todo, carreteras limadas por el sol, caminos gris perla. Piedras que hacen viajar el eco. Como fruta de todos los colores y huir por los caminos azules de este mar sería hermoso. Deshice mi maleta. Viajo con todo lo que quiero que no se aleje. Te felicito con un habano y agua de whishky. Corro entre la selva de este país que salva toreros y los trae del otro lado. La voz de mi madre llega como una sirena por los cables del océano. Y bueno no tengo movil, ni tiempo, ni hora certera, voy siguiendo la vela de una bandera blanca y roja, y verde. Mándame un beso, güey, que atraviese este océano y que me suene en mitad de este verde inmenso. Ándale. Y que alguien me lleve hasta el agujero soñador de la monumental donde seguro que danza la sombra maya de Manolete.

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