18 agosto, 2010

The power of the Dog


Soulville de Ben Webster atraviesa la casa. Como un narcótico. He peinado a Camarón como para que haga la comunión. Se tumba en mitad de la música. El saxo como una nube anaranjada de verano. México en la otra parte del mundo y mi corazón aquí corre quince pulsaciones por arriba y quiere volver y volver a tus labios otra vez. Arthur Keller está en la memoria como aquella lluvia torrencial de la selva y la melena rubia de Nora Hyden la imagino igual de rubia que los rizos de Nora. Los libros son un mes más de verano. Todo está conmigo. La bonhomía del P. Parada y su vida de Jazz y conversación con Nora. Las balas de Sean Callan. El modo de no olvidar de Keller y lo malo y lo bueno tan mezclado. Al contrario que en la vida puedes frenar y sentir más en vena el placer de las letras. Detener el libro, mirar al mar. Parar y beber alcohol para pensarlo. Pensar en ti. Y olvidar. No sé con quien me quedo. Creo que con Parada y con esa cita que da comienzo al cápitulo 14: el amor es lo único que tenemos, la única forma de poder ayudarnos mutuamente (Eurípides, Orestes). Pienso en la selva. En aquella humedad como un perfume y solo quiero volver. En aquella lluvia que mojaba las tapas de los libros y las horas felices.

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