02 septiembre, 2010

Azul

Puedo ver el mar. El coche que se agarra a la carretera como un carmín azul sobre el labio de asfalto, surfea las curvas y no le roza el viento. Pasaré simbólicamente despeñaperros como un viaje para no perder el verano y no saber si existe el amarillo de otoño sobre los mapas. Cruzaré Andalucía contigo tan wayfarer, por un costado nada nazarí. Veo el verde Guadalquivir y Sevilla como un peaje, o un tránsito o un sueño de luz. Pienso en azul y en tí. Y en el azul que vimos en mayo del 88 con Ojeda. Ojeda de cerca era más revolución que el mayo del 68. Aún recuerdo la faena de Dédalo. Cierro los ojos. Veo aquel mar tranquilo como un lago azul en una taza de arena y veo aquellos días contigo en El Puerto. Siento el aire flamenco de las madrugadas, entre gente que me sacaba tres mil años y en el whisky que se movía como una marea y bajaba y subía y yo aprendía y veía torear de salón a la luz de una luna andaluza, blanquísima y ochentera. Un toricantano como un ídolo de luces se vestía en el hotel monasterio. Un libro de geografía en la playa y una foto de una chica rubia que hacía de marcapáginas y de latido; y aquellas olas y su levante sin móviles ni el analgésico de los sms. Llega a este blog ahora aquella ola a la orilla de este mundo de septiembre; como un recuerdo que trae un trozo de aire de aquel tiempo. Como la huella que quedó gracias a la memoria que guarda la alegría, como un ladrón de viento. Tú sabes, que pena de ola.

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