When the man comes around
Suena
un trueno y la música: When the man comes arround. Jonny Cash. “Y escuché como
venía el sonido del trueno (…)”. Bajo
esa tormenta, veo a Manzanares irse a Portagayola en Sevilla de purísma y oro.
Una portagayola angosta y complicada. La taleguilla del torero embadurnada de
sangre otoñal que es un sudor , carmín de arrimarse, de imantar el toro a la cintura de este
torero divino; como la canción de Cash “ven a ver, y miré”. A Manzanares se le
rompen los tendones de las muñecas por no resistir más electricidad, ni más
gusto, ni más pasión, adquieren ese desconsuelo de cuerda de guitarra rota.
Brama aquel toreo de Sevilla con la electricidad de esta misma guitarra de
J.C., con ese mismo trueno del principio, como el mismo trueno de Nimes -que no vimos nieto del Niño de la puerta del
sol-, porque no emprendimos viaje ni por tierra ni por aire; pero si por sueño
de un capote tomado por la esclavina como una provocación inquisitorial tan
hermosamente trazada. Retransmitan eso. No el merme ni la broma vergonzosa de
Valladolid. Aunque bien mirado ya no es el toreo algo que retransmitir en TVE;
a las cinco con los niños comiendo nocilla. Más bien debe ser algo
misteriosamente ocultado; mirado ya con una mirilla de élite aficionada y
pecadora, como una timba en domicilio cerrado. Así lo hace magníficamente el
Plus. Con ocultación. Con necesidad de llamar a la puerta y que te abra ese
crupier Chenel para enseñarte lo prohibido. Sino a la plaza. Sino al misterio.
A ese mismo misterio de José Tomás, que revoluciona Francia y la isla se le
traga nada más acabar en otra época. Y aparece. Y crea leyendas de luces. Y se
va. Y los creyentes le buscamos. No puede el toreo adaptarse a estos tiempos
sino vivir en los suyos.
Luego. Después. Mientras el torero cruza la Puerta del Príncipe, yo miro el mar
contigo y este H. enamorado de una perra sorda. Barbea mi perro las olas y
bucea. Como nosotros en el tiempo y sus alas de la tarde, para veros por este
mismo prado con tacones de aguja y vestidos caros –como hace un año- ; la voz
de un hombre con bigote “volad” suena en esta misma torre como una canción de
eco, piedra a piedra, sube y baja ese eco de nosotros aquel día, antes del
último invierno que partíamos hacía La Habana.
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