Silvar en la noche
Paloma silbaba en la misma madrugada, un silbido hacía la noche, la misma noche que no tiene paredes de Caballero Bonald, esa misma noche como una media luna oculta que vive Padilla. Como un silbido atraviesa el tiempo P. surfeando la veintena con una melena roja y glotona, cruces en el pecho y demás. Lo mejor es que baje el tobogán de la década de los veinte gastando las telas como ese sofá, tú sabes. Más, la otra P. con esa otra media luna blanca luminosa ve el torero la reaparición, el lance rojo y la posibilidad. Si hay valentía para torear despacio con dos ojos, que no se necesitará para torear quieto con una guía. Uno imagina el toro perdido en el trayecto de la suerte, de cualquier suerte; la realidad convertida en intuición pensada por un ojo lorquiano. El toreo en la raya misma de un precipicio oscuro, obviando el miedo al vacío desconocido. Mientras Wert –nombre tan literario- quiere dar vista y mimo al toro y el G-10 se pierde en no se qué batallas televisivas y twiteras. Yo creo que necesitamos un tren. Un tren antiguo e ideológico como aquel que tomaron Joselito y Belmonte. Un tren con ideología moderna y humo blanco que cubra de niebla y pasado toda este negocio arcaico, dinosáurico y Quevediano. No se si Zoe verá hombres vestidos de luces.
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