17 agosto, 2011

Renacimiento





En los toros después de la borrachera amanece de nuevo el espectáculo. Y lo de atrás es memoria. Todo renace tarde a tarde. Renace el toro, que sale de nuevo al ruedo y estrena otra vez la fiesta. Renace el torero que es ya otro con más tauromaquia y más miedo. En Gijón llega a la plaza la misma brisa marina, el rumor del mar tras los edificios. Al graderío se asoman múltiples ventanas y un árbol verde y frondoso que busca la plaza. No hay mucha afición en Gijón porque el tendido de los sastres estaba vacío; ventanas cerradas sin afición ni prismáticos. Desde los prismáticos hubieran visto justo al lado de los edificios al nieto de J.L de Castro "niño de la puerta del sol", conmigo y con su gorra calada, también habrían visto salir otra vez ahora de verde y oro al mito dorado Tomás. Y en su pupila prismática el fraude del toro. No por su escaso trapío, ni por su fondo sin pedigree ni bravura, que también, sino porque toda la corrida parecía manipulada por esa picaresca quevediana y cincuentona del toro afeitado. En el libreto puro de Tomás debía estar la voz de Antonio Bienvenida que se negó a torear afeitadamente. Es un agravio a la pureza del toro y del espectáculo: encajonar nocturnamente al toro a traición y apurarle los pitones. Es ahí -entre otros- donde está la médula del antitaurinismo.




Otras veces renace una fiesta inmaculada. Como en Madrid renació con Frascuelo vestido de purísima y oro y 62 alamares de pasión y torería. Frascuelo es un milagro setentero en este siglo. Otro héroe dorado que se lía y se deslía en Madrid y es capaz con ese sabor tan añejo, de renacer la fiesta, de hacerse tan joven y tan viejo, de sacarse al toro en puntas con una armonía tan cheneliana y castiza, de torear sin haber toreado, tirando de la memoria de las mañanas de salón, que es como tirar solo de pasión y de toro íntegro y en puntas claro, como en la fotografía de esta trinchera monumental que hizo temblar el suelo de Madrid. Ponte este azul purísima Jaime cuando te canse el cielo nublado de Bruselas.




Fotografía Juan Pelegrín. www.las-ventas.com



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