21 noviembre, 2005

El Niño Jesús

Ayer tarde subí de almendro en almendro, a recortarme la pluma. Sentado en el sillón del barbero, narcotizado casi por sus sandeces sin sentido y sus chistes de flujos sexuales, sonó la campanilla tibia de la puerta. Un padre advierte a un niño de unos nueve años e indica al peluquero el modo de atajar las greñas del pequeño. “Jesús, en media hora vuelvo, recojo a la abuela y vuelvo. Vale... ?”. Jesús recostó su corta espalda y abrazó la mochila. Perdí el hilo. Al poco rato ví reflejado al chico en el espejo, absorto con un libro abierto. ¡Ostias¡, un niño de nueve años leyendo -dije-. Hombre -dijo el peluquero-, si aprenden a los cuatro o asín. El gilipollas no se enteró de nada, claro. El niño se pasó los veinte minutos de espera esbozando de vez en cuando una leve sonrisa, sin despegar los labios, absorto. Luego, cerró su libro y le lavaron el pelo. Al despedirme le recomendé, La Isla del Tesoro, a lo que me respondió sin levantar la los ojos del suelo: ya se la he pedido a mi padre, gracias. Un tesoro.
P.D.
Tengo que escribir algo sobre la Doctora que receta besos a cuenta gotas.

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