08 noviembre, 2005

Número 31

El estudio se resiste a dejarnos. Nos engancha. Lo cierto es que lo tratamos bien y lo agradece. Tenemos expuesta una pequeña pinacoteca pop art y una biblioteca tambaleante, para que se entretenga. Nada más llegar le planté un poto para ir arbolando un poco la esperanza.
Se ha acostumbrado como un perrito fiel a la puntualidad de mis visitas, a la buena música. Al cine en casa. Al eco que brota de los besos que recoge en sus paredes. Se ha hecho a verme en pijama el viernes de madrugada. Quien da lo que tiene no está obligado a más –decía mi padre- y esta casa ha sacrificado hasta su escueto pasillo para darnos lumbre para el guiso. Nos echaremos de menos cuando lo dejemos solo con la compañía única y puntual del bruñir de campanas de la catedral y las visitas impertinentes de la reputa bruja que tiene por madrastra.

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