Lumen autumnus
Estos días andamos por los caminos dejándonos asaltar. Buscamos un Corleone que no nos acuchille en el rellano. Buscamos un chamizo, una dacha donde descansar, donde no partir el tiempo y dejarla sola, un sitio que nos recoja, para dejar de cerrar la puerta a media noche y regresar borracho de sueño río abajo. Un lugar con cajones para colocar poco a poco el amor por colores, por prendas de invierno y de verano. Un pasillo donde andar descalzos de la mano, un sofá para poner la pereza a remojo. Paredes para encalar de blanco con el recuerdo de mi padre. Para invitar a cenar a los amigos y derramar vegasicilia por el gañote. Son tiempos jodidos en "El pozo", no sabes quién te levantará los pies del suelo, ni cuando te propondrán educadamente un navajazo indoloro en el costado. Un espacio donde no sabes si verás a tu compañero de celda al día siguiente, si asistiremos al próximo recuento en el patio, si alguien intentará ahogar tu porvenir a media noche, para que todo parezca un ajuste de cuentas inevitable. Aquí en El Dueso de Boecillo los alcaides son rufianes y algunos chorizos magistrados. En fin a todo se acostumbra uno, a los compañeros que llevamos a la enfermería en volandas, a mitad del festejo con la femoral partida o a los que se van con el esportón lleno. Bueno todo tiene su lado amable, ¿dónde encontrar compadres que te interrumpan un minuto antes del crepúsculo para que veas por el gran ventanal la luz grisácea y las nubes rojas del otoño? Esperanza.
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