27 octubre, 2005

Despertares

Un día que se escapa por las esquinas del calendario. Huele a café. Me dejo en los dedos migas de pan tostado con aceite, poniéndoselo fácil a los gilipollas del CSI. Suenan las duchas, enjabonamos el sueño. La perra ladra pidiendo cinco minutos para aliviarse. Abro el armario muy de mañana para elegir el terno de hoy. Si con este aire no se puede torear… De las mangas de las americanas salen manos que me empujan a calzarme las zapatillas y a zambullirme en la piscina y dar un portazo a la sinrazón. Pero me he dado de hostias con la pereza y me ido al centro de la mala salud, para estampar el sello de estupefacientes. Soy un drogata legal, por derecho, un consentido de las batas blancas. Una diana fácil para las agujas. Un cuerpecillo que los galenos hinchan y deshinchan a tu antojo. A joder tocan, llevan dos años haciéndome jugar sin defensa. Pero no juego a empatar. Tengo un poco alborotada el área pequeña pero si el fútbol es un estado de ánimo -que dice Valdano-, vamos a ganar el campeonato, si hace falta, con un par de goles en el descuento, dos puntapiés por la escuadra de la ilusión y un pase de pecho de pitón a rabo. Además de medio campo para arriba estoy como Dios. He olvidado el móvil y voy sonámbulo, paro a la gente para preguntar si me ha llamado alguien. Si tengo recados, si me han dejado 100 minutos gratis de buena conversación para sentarme con un wiskito en el sofá del buzón de voz, si la gente me sigue queriendo o si me han presentado una demanda de separación express, por darles la espalda, por ligarme a esta reputa secretaria metálica que en vez de saliva tiene bits y te dice: el teléfono móvil esta apagado fuera de cobertura.

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