28 abril, 2006

Despertares

Con los ojos legañosos veo las crestas de los chopos amenazadas por un viento que sopla con muy mala hostia. Deshojo el bienestar que me da el café, mezclado con azucarillos de cortisona; dopaje para nadar y sonreír más tarde. Hoy en casa vuela una Paloma hambrienta de guisos y besos, encabronada a lo mejor por la sentencia firme de un endocrino caprichoso. Entre tazas, pan reciente y periódicos, en la terraza de este viernes de abril templado y casi ya mayo, sin voluntad de fecha, vemos los autobuses llenos de estudiantes que regresan y una nube de recuerdos descarga en mi cerebro. Al atardecer iniciamos camino a la tierra donde Sánchez Bolín hincha el pecho para poder respirar luego en la meseta tristona que ahora nos miente en verde. Al caer el sol, dejaremos que la tarde caiga en la radio del coche, templando la embestida de cada curva, lanceando rectas de brea por verónicas. Después, parada, fonda y risas en el Bierzo, en la casa de la doctora que da besos a cuenta gotas. Haremos una maleta escueta, por si las moscas. Elegiremos un libro o dos, cargaremos el Ipod, que es una especie de fonendoscopio que al encenderlo y elegir: toma la tensión del ánimo.

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