De noche
La calle huele a incienso. De madrugada hay sombras de capuchones que caminan por las calles, regueros de cera que dibujan el camino de la fe, estrecho y oscuro, tambores que retumban contra la luz verde y roja de los semáforos. Regreso después de caer por la pradera de un sofá verde, que acomoda un día que insola el calendario y los recuerdos, de comer acoplados como erizos para darnos calor. Recibo mensajes, letras que hacen palabras, palabras que traen afecto, que viajan desde el frío como un tronco de norwegian wood por el río que baña la otra orilla de la familia: la que no es de sangre pero vale lo mismo. Y acaba el día y por cierto Morante en Sevilla: saludos y silencio.
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