15 abril, 2006

DomingoDeResurrección

16 de abril, Domingo de Resurrección. Tres años que no nos vemos, Maestro. Tres años que nos dijimos hasta pronto, frente a un cristal hecho añicos con versos. El último Domingo de Resurrección, juntos, sentados en la cama de un hospital, escondiendo el Wiston americano, frenando las agujas del reloj que da la vida, sabiendo que ese mismo día deberíamos haber estado mirando hacia la Puerta del Príncipe, viviendo la segunda salida consecutiva en hombros de José Tomás. Sigo sin sentir La Maestranza en Domingo de Resurrección. Sin traicionar lo que estaba escrito que disfrutáramos juntos. Sigo esperándote a que vuelvas por un rato, a que la ceniza sea un mal sueño. Sabía aquellos días, que el tiempo y tu enemigo, iban a asesinar años y vida a quemarropa. Que te ibas como te fuiste a las cinco de la tarde. Me quedan recuerdos, abrazos, consejos, presencias, libros y viajes, caricias, miradas, risas, palabras y amor que nos diste, para caminar en cien vidas sin resuello. Siento aún tu mano que me aprieta. El dibujo de tus dedos llorosos.

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