26 abril, 2006

Palabras

Hay silencio y la vida tras la luna del coche parpadea lenta al abrigo de la noche; la madrugada deja rastros de oscuridad entre las teclas y suben a esta entrada. Como pequeñas venas los comercios esperan para abrirse mañana y el deseo no existe tras la luna apagada de los escaparates. Dos gitanos se besan sobre un colchón desplumado y tendido en la esquina de una acera, justo en la desembocadura de un paso de peatones. Después el traqueteo de los raíles vacíos, después el olor a pan del polígono. La vuelta a casa con la prisa lenta de un tranvía, hasta llegar al traqueteo de este diván en abecedario. Sobre la mesa, junto al diván un dedo de te rojo baña dos hielos inmensos. No hay tabaco, no fumo. Ni sueño. A veces las palabras son barcos que se pierden de boca en boca, otras llevan su mercancía por las conversaciones cansadas sin encontrar puerto y otras pesan igual que un ancla y se amarran a nosotros con nudo grueso. Lean si no esta entrada, titulada Entierros.

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