22 abril, 2007

Ventanales


Si esperas que cruce un semáforo vas listo. Daré un rodeo sobre la luz roja, oigo el rumor de un acantilado al despertar, desde un ventana se ve un mar azul inmenso precedido por una pradera verde. No hay cabecero en esta cama blanca como de algodón, hace las veces un ventanal rectangular y al amanecer el mar se despereza justo arriba de tus sueños, las olas y la luz son un despertador dulce y paciente.
El viernes, llegué a una cena por la llanura verde que conduce hasta el aeropuerto, una llanura larga e infinita con nubes color plomo desde donde si tu quieres puedes ver ya el final del verano. Una cena en la casa de las tejas de colores y un regalo de una hora que me llevó a volar con Curro emborrachado de tanto arte y conversación de la buena. Otro regalo: la atención del hombre tranquilo y ese momento en que bajó una manta y la extendió como un capote de lana sobre una amiga suya que tenía frío y que dormía y dormía.

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