07 abril, 2007

Telegramas

Leo un reportaje sobre Manolete. Cuentan lo sabido, por ejemplo que el torero envió un telegrama desde el aeropuerto de Barajas a su madre con el texto: “Madre te juro por ti que no me he casado. Besos. Manolo.” Ahora los telegramas se cincelan con el dedo pulgar a toda prisa, guillotinando las palabras, comiendo vocales y comas, haciendo de la sintaxis un lenguaje encriptado de entreguerras. Casi no he mandado telegramas, a veces en la era antes del móvil, envié alguno para que llegaran hasta alguna habitación de hotel y felicitar las salidas en hombros. Después nada, algún telegrama obligado para advertir alguna prescripción, la extinción de algún contrato. Hay algo en los sms, en las letras que salen de la tinta de nuestros pulgares que tienen algo de telegrama. Un sonido leve a veces, hace de funcionario de correos que llama a tu puerta y te despierta del sueño de lo que estás haciendo, para advertirte si acaso que alguien se acuerda de ti, para que unas cuantas letras apenas incomprensibles caigan sobre un instante y te desperecen la sonrisa.

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