18 marzo, 2007

Desde el Burladero


Puede que con esa misma mirada perdida que asoma por el burladero de Sevilla, mire los días que se vienen al galope de la semana sobre el albero gris de la moqueta. Puede que con esa misma mirada frene en la orilla de algún recuerdo y puede que busque tus huellas en las dunas de nuestras sonrisas. Ayer en la barra del sofá apuramos un dedo de Manolo empapado de Lagavulín, viendo caer una noche sin cristales helados, sin niebla, con el calor que da la sombra del hombre tranquilo desparramada por la alfombra. En Fort Apache calentaron la plancha con sal gruesa, una cama de brasas blancas para unos cuantos manjares y tres carabineros rojo pasión que llevaban el sabor de todos los peces en su cabeza, un caldo sabroso que compartimos a traición en la mesa de la cocina. La noche de ayer trajo un bol de frutas y manos que se abalanzaban para envolver los colores de la fruta en marrón chocolate, ardía un recipiente chino que al calor del alcohol de quemar mantenía caliente y terso el chocolate negro. La noche de hoy traerá el sueño y quizá el chocolate de alguna pesadilla y mañana veré un amanecer manchado de café y el sendero que baja hasta las galerías de carbón del pozo moqueta. Pero antes de la noche y del sueño y del chocolate, regresaré más o menos como regresa García Montero en La Intimidad de la Serpiente: aceleré hasta hundirme/ en la venganza de la noche/ mientras el lobo de las autopistas/ buscaba soledad y luna llena/ en los campos borrados,/ en los cruces sin nadie/ en la ciudad sin nadie/ borrada por la prisa.

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