25 febrero, 2007

Sábado

Sonó un teléfono a cobro revertido y suena oportuno Hope there´s someone, como banda sonora de esta entrada. Volé unos kilómetros con el coche azul y crema, un león con garras de goma inundado de un perfume que cansa. Abrí con Jaime un bar a oscuras, vacío como después de la madrugada, dejamos las banquetas por el mármol blanco de una mesa cuadrada. Nos tiramos de la lengua un sábado como si fuera de noche y la ginebra desanudara el nudo de nuestras corbatas. El mármol escuchó un montón de palabras, el batir de una cucharilla, los hielos y el limón asustados por la risa. Es un refugio perdido en la montaña este amigo sin tiempo ni espacio, como un timbre a tiempo, una luz encendida, una campana que agitar. Como un espejo se refleja la luz de otra historia y debe ser grande verlo desde arriba –tu sabes-. Me senté con Camarón en una explanada verde, jugó con mis cordones y luego se sentó a mi lado con esa pose de actor de cine que tiene y que le salva. Compré un libro, me perdí entre una marabunta de gente, marcando el iPod el ritmo de mis pasos, aislado de las sirenas de la calle. Una marea de abrigos buscando un invierno perdido, obligados a salir porque sí, porque es febrero, aunque sea un febrero sin bufanda ni hielo y yo me deje llevar con la bufanda caída, desanudada la gabardina, perdiéndome entre una brisa fresca y húmeda. Vi la calle lavada por el agua. Llegué y acomodé la ropa en un armario que puede guardar las cuatro estaciones. Busqué el sofá casi dormido y desperté otra vez viendo fumar como nadie al mejor Tony Soprano.

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