02 marzo, 2007

José Tomás


Para Sánchez Bolín, torero patriota
Reaparece José Tomás para quizá alimentar su espíritu. Tomás torero patriota, vuelve para jurar bandera en Barcelona. Envuelto en un blasón rojo y gualda regresará por un rato. Llevará el toro hasta los medios del mar y se echará la muleta a la mano izquierda sin contemplaciones. Con esa compostura de corazón helado, citará al toro quieto sin saber si atenderá al toque y por naturales acabará con el chalaneo político de los que pretenden apuntillar la libertad. Vestido de PurísimaYOro, abrirá el sobre perfumado del toreo: el arte que no tiene más frontera que la propia sensibilidad. El toreo como sacramento según el génesis de Manolete y los remates en forma de mariposa, de Ordóñez, de Joselito y Belmonte. Dinamita para los mentideros taurinos, caramelos para endulzar el mal momento del toreo de hoy.
Tomás no se fue, sigue embadurnando la memoria, se van los toreros que se olvidan. No hay corte de coleta, porque se tatúa a las pupilas para siempre los naturales y muerto o vivo en otro mundo o en este, recordarás la emoción compartida, el eco de los olés de Madrid, la gloria del séptimo cielo. Se queda la leyenda, el mito tomista, aquel navegante que con un capote llegó hasta la tierra de fuego y gloria. Fue papel que vuela por las calles este rumor de cada temporada, hecho tenue realidad. Tomás hizo su obra y sigue viviendo en torero puro en todo lo que hace, su vuelta no abrirá los ruedos de albero como el mar de Moisés, ni repartirá pan y peces a una fiesta descolocada. Las células que matan están arañando por dentro, campando a sus anchas, dominando el hígado y el corazón de este cuento de hadas y Tomás y tres como él, solo darán vida y aire y cielos azules a esta tormenta durante un rato. Su vuelta en todo caso hará más actual su grandeza, florecerá el tardotomismo, hará latir mi corazón al galope y revisará la leyenda: esa solemnidad de irse hacia el toro, esa mirada trágica del instante, su toreo que acariciaba envuelto por un redondel perfecto. Echarse el capote a la espalda y dejar que un segundo sea un silencio sin tiempo. Como escribe hoy en ABC Zabala de la Serna, que bueno que volviste, viejo guerrero.

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