El bar tranquilo
Busco hoy como entonces tu voz grave y tu tos de humo y adoquino la misma cuesta abajo que no canse tus bronquios. Volví al bar tranquilo con nuevo dueño e hilo músical, y un amigo me contó la historia de una mujer a la que una mañana se la llevaron las nubes con una carta oculta en su bolso, una mujer que enviaba sms a sietemil pies de altura, cada vez que atravesaba una nueva frontera de algodón; dos gotas de océano que son un recuerdo y un número que marcar como aquellos teléfonos de rueda en los que los números y a veces el corazón giraban como una noria. Más tarde, de noche, aprendo un cuento de hadas y que los delfines toman el nombre de los barcos que pasan.
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