Desiertos
Al llegar el pozo es un desierto, una bofetada de calor seco y arenoso que tuesta las neuronas y las ganas, que hace de la semana una excursión al puto tedio. Escaparíamos con un butrón en la niebla de estas horas sin tiempo, escaparíamos al abordaje de cualquier taxi que nos llevara hasta el mar. Al salir, las horas pasadas son un reloj de Dalí deshecho y tu recuerdo un faro que insola. Al salir los pasos de cebra son líneas de nieve sobre la arena de un volcán y los amigos que llaman, el agua que me espera, la luz que resiste o la noche que gana el pulso, o la brisa que viene del río, son un beso dulce y largo en mitad de la frente pensativa.
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