26 marzo, 2007

Cayetano


El día que iba a compartir cartel con el torero patriota, vi cinco toretes desmochados y un perritoro cansado. Fui con la rama más rubia de la familia para ver de cerca a Cayetano. El sol hizo que la rubia se desescotara en el primer toro y para el tipo de al lado empezó un festejo entre el sol y una blusa blanca a punto de caramelo. Cayetano rompió el paseo tristón, vestido de verde esperanza y oro, un verde delator del fondo real de Cayetano, un verde por hacer por volar y tomar brillo. Un torero que en muchos momentos es un témpano de hielo con gotas heladas de temple y torería. Un verdor que hace difícil las grandes empresas lejos de los mares de Armani. Vi a Curro, el Curro de Madrid, la sombra iluminada de Villán y la sombra ahora de Cayetano lanzando consejos a las muñecas del torero. Vi vestido de grana sobrepasada a Leandro Marcos, un coral y oro en una planta de torero para envidiar. No fue casual que Marcos hiciera sonar la banda de música de la Maestranza hace un par de temporadas. Tiene este torero las femorales ya tocadas y un capote de manos bajas lleno de compostura y empaque, un capote que baila lento y cadencioso, una muleta planchada que es un antídoto contra la memoria de los pegapases, y una cintura que al natural gira como Antonio Gades. Vi todo eso y más y vi algunos amigos tuyos que me saludaron como si el tiempo no hubiera pasado, como si la vida siguiese igual.

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