Desordenadamente
Hay una luna roja. Una pupila encendida mirando sobre
España. Refulge un rojo del 36. Habita un gato muerto envuelto en brea. Volvemos
como Cenicienta a las 12 y un taper de arroz sin bodas. Esperamos una palabra, tú
ahora una llamada Guadalquivir arriba; mientras nuestros cuerpos inconformes
vomitan el vértigo de vivir a tientas. Injiriendo alcoholes. Enredados en la
lluvia. También mojados. Y la tierra bajo los pies, dura; y el placer más tarde
de la mañana azul, con su saliva de lunes. Y los edificios bodrio con columnas
de parados habitando a oscuras. Y el recoveco de la Ley, atravieso tu misma
calle sin número de la burbuja. Olvidé tu letra y más tu piso y tu altura.
Enfilamos por separado la avenida de un lunes, buscando como un hurón la
escapatoria, el subsuelo libre de la nieve, el portal abierto de los viernes.
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