Pepe Luis
Pepe L. Vázquez desvela el toreo. No lo dejará dormir. Ni
siquiera ahora. Un toreo natural. De la calle, de aperos, “chismes” mínimos:
capote para torear al aire de la calle, como para hacer la tora al sol, sedoso
como una cortina, la muleta también sintética y el cuerpo naturalmente
asentado. La gracia traspasa el papel fotográfico. Su hijo tiene también ese
sello, más Bienvenida creo. Ahora a salvo de Morantinas excepciones, va por
otras calles, si aquel toreo transitaba por calles de Triana, este de ahora
transita por la “burbuja”, por la frivolidad de las calles anchas y vacías. Toda aquella creación del toreo
clásico pasado por Belmonte, Chicuelo y Manolete, es ahora cuestionado por el
toro del siglo XXI, en el que cruzarse, dar el pecho, cargar la suerte, es las
más de las veces un recurso literario y estilístico, que un fundamento técnico
y necesario. Ahora se torea como Pereda. Aclamado por la crítica el otro día: el
arco de las piernas como el arco del triunfo, el cauce del hilo del pitón, horizontal
el trayecto del toro. Solo en el blog Torear tuve consuelo en esta manera de
verlo. Luego Talavante, des-gestado, poéticamente triste, como herido en el
ánimo desde el paseíllo, sobrecogido, nada firme, la lucidez perdida, la
torería desamparada, ni un solo toro bien lidiado, tan acostumbrada últimamente a sacarse la muleta por acá y
por allá en plan Tamariz. Tampoco existió el Victorino. Existir, existe Pepe Luis, que
frenaba de esa manera a los toros, para verse con ellos de cerca, deslumbrado
el toro ante un Dios de capote rosa y pequeño, en el que circulaba la gracia
más Sevillana. Larga vida a Morante, su heredero en la tierra. Y a su nieto.
Que debute pronto, igual de rubio y natural.
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