20 mayo, 2009

Torear es Hundirse

Entre los valores de cualquier torero destacamos siempre algunos principios fundamentales: el valor, la capacidad técnica, el temple, la pureza. Pocas veces hablamos de la inteligencia. Ese rayo que va de la mente a las muñecas. La solvencia que asienta los pies, que da peso al cuerpo para asentarse y fundamento al corazón para que lata despacio. No tiene El Cid una mente despejada, si tiene una izquierda: metal bruñido. Ayer un toro jabonero con cara de buena gente desnudó como en Sevilla a Cid quién no supo resolver esa ecuación de planteamiento de faena, nudo, adorno y estocada. Con la izquierda el torero bailó y no se asentó, con ese danzar de C. Klein, incluso dio algún respingo en el tercer natural temiendo por su integridad. Era complicado distinguir entre el genio y la bravura de ese toro jabornero, pero la medicina era clara: pitón derecho,la muleta adelante, el temple para hilvanar, los toques dulces y a tiempo, muy por abajo y sin violencia, atornillar las zapatillas en la arena de Madrid y esa solvencia y disposición que los toros sienten. Nunca el toro fue hilado y dirigido después del primer natural. Quizá tenga Cid esa nube negra que impida pensar. O quizá no cuente con esa natural solvencia intelectual también de Joselito El Gallo. Decía Fernando Domínguez con la mente de El Gallo, que torear es hundirse. Sumir, acuartelar el charol de las zapatillas en lo hondo de la arena y girar.


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