Esplá, por desilusiones
Un día Esplá se desanudó el corbatín verde de su vestido en plena faena: plena gloria y lo hilvanó en la arboladura de un Victorino. Siempre Esplá fue reducto barroco, oro brillante de la lidia, mente y torería. Verso. Épica. Poesía torera heróica por pasar por sus muñecas cárdenas alimañas. Fue torero épico porque cultivó el género, insistió en el. Lo intelectualizó. Se hizo distinto. Hizo distinta la lidia moderna y demostró tantas tardes que la lidia es un concepto clásico escrito. Descubierto. Adornó sus hombreras a la antigua, como su muleta añeja; su capote dominador dejó un sabor a tauromaquia perdida con el toro por concepto. Ahora cuando Esplá inicia ese destierro torero que es la despedida, se olvida de la esencia, del camino marcado por él mismo, de la gesta. De su historia. Y se va siendo otro, olvidado del reflejo de su sombra de luces, lejos de aquel torero que anudó un corbatín a la gloria del toreo o aquel otro que después de enjaretar diez naturales a un Victorino –montera calada, muleta adelante, pies juntos, los frentes al abismo-, no salió a hombros de Las Ventas por verguenza torera. Es como si Alatriste se hubiera cambiado de bando.
Fotografía cortesía: José Cuellar, elmundo.es
Fotografía cortesía: José Cuellar, elmundo.es
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