27 marzo, 2009

Soneto de La Alhambra


Pareciera que La Alhambra no nace de la mano del hombre, sino que surge de la propia colina que la asienta. Desde La Alhambra dominas el mundo, todos los soles caben y descansan en sus patios. El ruido y el fluir de agua que corre por sus azulejos, que nada por las barandillas de su escalinata. La Alhambra es la geometría de la belleza, el tiempo quieto y Granada y el Albaicín un amante que espera subir el trecho de una colina inexplorada que está a la distancia de un beso. El Albaicín es un amor que espera, que late y resiste, que calla, que aguanta y que sueña. Duerme El Albaicín enamorado y conformado con la caricia de su vista en el atardecer: sombra, silueta, dibujo y sueño. A lo mejor el amor cruza las tormentas azules del tiempo si esperas, si tiene cada día un amanecer desde San Nicolás y una Alhambra de ojos hinchados. Te doy las gracias por las entradas que llevaban en la solapa un atardecer en La Alhambra, la vista de la espalda violeta y desnuda de Granada, por compartir la última luna llena de los 35 y el primer sol brillante de los 36 rompiendo la nieve conmigo. Y por la conquista del Diamante II que gracias a Leo Harlem, Príncipe Nazarí, comenzamos la reconquista que siempre esperó Boabdil: aquel Rey para siempre triste por perder el paraíso terrenal.

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