Zapatos bajo la Luna
No está mal la noche de reyes para colocar los zapatos junto a la luna y dar las gracias a quienes siguen esta aguja de bitácora.
La mañana y la tarde me traen ecos del pozo desangelado, miedos, anuncios de finiquitos, compañías perdidas. El Niño de Zaratán me convoca a una sauna y jacuzzi gay. La conversación nos enreda, nos despista y acabamos subiendo la loma y calzándonos un chocolate con churros para escupir el frío, como dos obispos con tres parroquias. El niño se ha recortado el rizo, pero sigue con su mirada miope y cariñosa sobre la vida, sobre mí. Nos despedimos, la chica prudente le esperaba en el nido que queda justo al salir del túnel.
Me echo a los lomos las últimas gotas, aceite para la bitácora, del orujo que preparé gracias al León de Sabero. Orujo verde oliva y oro. Echo de menos al León, ya no tengo con quién hablar de balonmano, con quién compartir las ondas de la radio, con quién compartir dentífrico y jabón y horas y minutos de excell. Recuerdo cuando compartimos pinganillo para escuchar a la limón el nombre del nuevo Papa Mazinguer. Le aprecio de verdad, a este León de la mina.
Abrillanto los zapatos y les doy lustre de esperanza, para que nos traiga Melchor un billete al exilio. Me temo que es consejo certero del Obrero del Blog. Como Jaime, que llena a paladas de ilusión maletas para cruzar Europa y llegar a comerse el mundo a un rincón cerca de Oslo. Jaime llegará lejos. No ya porque su corazón late en poesía, sino porque tiene una cabeza bien amueblada y los codos pulidos con madera de boj. Le conocí de niño, cuando sólo bebía leche y leche embadurnándose los morros de blanco nuclear. Leche y leche para sus músculos que saciados fueron dejando caer gotas y gotas de manjar blanco, hasta blanquear el corazón. Ojalá tenga suerte y se sienta abrigado por el frío noruego y equilibrado por la Norwegian Wood.
Me retiro al sofá, en Digital plus pasan un documental especial sobre Salvador Allende. Solo la imagen de este hombre me atrae. Con esas gafas negras de pasta rectilínea y gruesa, parece Spencer Tracy. Pena de hombre, de médico, de fundador del Partido Socialista, de moralista. Admirador de Mao, del Che y de la paz. Pena de pensamiento libertario. Pena de República. Pena de hombres, mujeres y niños que murieron acribillados por los sables de locos militares. “No daré un paso atrás, sólo desharé La Moneda cuando cumpla el mandato entregado por el pueblo, solo acribillado a balazos…”. Allende fue enterrado en Villa de mar, en una tumba que no llevaba su nombre.
Me acuesto, no sin antes santiguarme en misa de Pavese. Y cierro los ojos para buscar hueco entre las sábanas al sueño emocionado, tras leer su
P.D.- Para el Obrero: encontré "Un ataud de terciopelo...para un mito de papel". 1ª Edición.1980. La hostia.
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