RelojDeArena
Oigo mis pasos fríos al subir, al subir cansado de pasear las calles nubladas de polen, cansado del rastro de los anuncios salmón en mis hombros. Es posible que el tock-tock del cierre del coche vuele y atraviese el algodón de lo que no son cortinas; al llegar no revuelve los cajones entreabiertos y desordenados de mi cabeza. Los cierra con cuidado, prepara la cena, me enseña el varetazo corrido y ardiente de la plancha, en la línea de miel del pantalón. Después el sueño, recoger y atusar los cojines; colocarlos como guardianes de espuma, para que al día siguiente recojan nuestra espalda o su cuello o mi sueño tranquilo o intranquilo, porque hay días que las deudas de este juego parecen un reloj de arena.
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