12 mayo, 2008

La arboleda Perdida

Caraoscuro, sardo. Peñajara


De confeccionar mansedumbre que sea grande y arbolada, una Arboleda Perdida fue la corrida de Doloresaguirre de ayer. Anteayer, la de Peñajara, fue un almíbar de nobleza y justa fuerza, pitones acaramelados, ojos de nácar negro que pedían una muleta templada y planchada. Un toreo claro como el agua clara de Camarón. Orejas pérdidas, triunfos olvidados y confirmación de que casi siempre en el toreo uno está donde merece. Arboleda perdida ya hace un lustro la de Manolo Sánchez. Hubo un primer toro para hacer el toreo soñado, para beberse Madrid de un trago, para hacer salir a la gente toreando por los vomitorios que conducen a la calle Alcalá. En cambio nos conformamos con cites de perfil, segundos muletazos fuera de cacho y el toro hacia fuera y la emoción evaporada; la cabeza espesa que esconde la izquierda -naipe ganador- torpemente hasta el final. La cabeza que no piensa, la bragueta no funciona y las muñecas tienen miedo. Peñajara no fue una sorpresa. Y los veedores ciegos esnifando Domeq por las rutas de la plata.

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