De Frascuelo al toreo bohemio
El viernes tomando la calzada romana que te lleva al Bierzo, antes de la noche, después del naufragio de Frascuelo. Retrasé el viaje por verlo, castizo, torero y sensentón, solo alimentar la memoria con un canapé de trinchera clásica, Chenel y crujiente. En este tiempo de toros decadentes, la casta por el almíbar. El tiempo lleva a Frascuelo a esa agua donde los toreros no hacen pie y el sueño, la esperanza, se hace pesadilla. No por eso pierde Frascuelo su leyenda, su medalla romántica. Su pasión por andar el camino. Cómo olvidar el pecho roto de Frascuelo y su amor al toro. Eso si quizá a los príncipes de Madrid en esta feria de saldos debiera tratárseles mejor. Para eso debiera haber empresarios también románticos que quisieran paladear el canapé de Frascuelo o el lance a la verónica de Pauloba. Digo romántico por sentimental, generoso y soñador. Poco romántica ha sido esta feria. Esta gente administradora de Madrid y comisionista, solo habla de caja y dinero. No habla de sueño, ni confecciona carteles sentimentales. Y lo peor tampoco les duele este toro moderno y vacio. Caja, parné, duro y beneficio. Quién sabe de los honorarios de Diego Florez ayer en el Teatro Real (¿), ni el coste de su voz volando por los jardines abiertos de la Plaza de Oriente, ajustando cuentas con su pasado militar y espurio: una voz decente en la Plaza de Oriente, es otra victoria.
Ayer soñé que Tony Soprano y Silvio, tomaban las riendas de Madrid. No vi más que una habitación blanca llena de carteles antiguos, la fotografía que tengo de Manolete en las manos de Tony, las manos donde cabe América y humo de Habano. Yo creo que Soprano no haría caja en Madrid, que tomaría su código bohemio para enamorarse de la bohemia de Morante y su caja verdadera estaría en los tacones de aguja que parten el granito de Madrid. Cabe en este siglo el toreo bohemio, apartado de las normas, de la moneda, de la convención y asentado en el sueño artístico. Mi duda es si cabe esa misma bohemia para el toro: el toro íntegro, la búsqueda de la casta. La mirada brava. Y más dudas, si cabe en este siglo el empresario bohemio y romántico, aunque sea por momentos. Como aquel empresario que conocí que llevó a la orilla del cantábrico al mismo Rafael de Paula y claro hubo lluvia en la taquilla y olas por verónicas en el mar.
El camino del Bierzo lo hice entonces con Frascuelo, la voz de Sánchez Bolín atravesando Castilla conmigo durante un rato, dando vueltas a esta romántica del toreo, girando el volante, ajustando el trazo negro de las curvas, el campo amarillo, el teléfono de Jaime que se corta. Y sin darme cuenta llegué a ese territorio narcótico que es la mirada de Nora. Puedes ver con Nora en brazos la primera madrugada de la infancia recién estrenada, el primer brote de hilo que teje como una araña el tiempo, esa sonrisa inocente de flor recién estrenada nos mata. Esa manera de beberse la vida cada tres horas y de conectarse con el mundo como si llevara ya media vida en el barco. Estos días entre la frontera azul del país de mayo y junio, en los que tres meses y medio son un regalo, un océano de ternura, una compañía que ya si te alejas, extrañas.
Ayer soñé que Tony Soprano y Silvio, tomaban las riendas de Madrid. No vi más que una habitación blanca llena de carteles antiguos, la fotografía que tengo de Manolete en las manos de Tony, las manos donde cabe América y humo de Habano. Yo creo que Soprano no haría caja en Madrid, que tomaría su código bohemio para enamorarse de la bohemia de Morante y su caja verdadera estaría en los tacones de aguja que parten el granito de Madrid. Cabe en este siglo el toreo bohemio, apartado de las normas, de la moneda, de la convención y asentado en el sueño artístico. Mi duda es si cabe esa misma bohemia para el toro: el toro íntegro, la búsqueda de la casta. La mirada brava. Y más dudas, si cabe en este siglo el empresario bohemio y romántico, aunque sea por momentos. Como aquel empresario que conocí que llevó a la orilla del cantábrico al mismo Rafael de Paula y claro hubo lluvia en la taquilla y olas por verónicas en el mar.
El camino del Bierzo lo hice entonces con Frascuelo, la voz de Sánchez Bolín atravesando Castilla conmigo durante un rato, dando vueltas a esta romántica del toreo, girando el volante, ajustando el trazo negro de las curvas, el campo amarillo, el teléfono de Jaime que se corta. Y sin darme cuenta llegué a ese territorio narcótico que es la mirada de Nora. Puedes ver con Nora en brazos la primera madrugada de la infancia recién estrenada, el primer brote de hilo que teje como una araña el tiempo, esa sonrisa inocente de flor recién estrenada nos mata. Esa manera de beberse la vida cada tres horas y de conectarse con el mundo como si llevara ya media vida en el barco. Estos días entre la frontera azul del país de mayo y junio, en los que tres meses y medio son un regalo, un océano de ternura, una compañía que ya si te alejas, extrañas.
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