14 febrero, 2006

Por lo demás

Llevo un metro extensible, amarillo y metálico ya como parte del cuerpo. Mido huecos, columnas, alturas y techos: “por cierto al techo no le iría nada mal una mano de pintura”. Despierto exhausto de un sueño en medio de una marabunta de obreros sin mono azul, dentro de una nave inmensa que navega por el mar europeo, uniformado, en cuyo mástil reza Ikea. Me tiembla el pulso al hacer los presupuestos generales del estado civil casi compartido. Escatimo lo justo porque luego llegan seis células, confabulan se revolucionan como Jacobinos en el flujo sanguíneo, mutan y muerden hasta comerte medio hígado o cuarto y mitad de pulmones. Como a Carlos. Carlos atleta y todo salud lucha ahora no contra el crono sino contra la tarjeta de visita que deja la enfermedad en la mesa aglomerada, blanca y gélida, de la consulta de un galeno. Presentándose: aquí estoy negra y azabache, para complicarle a usté la vida y estamparle en la mirada un sello con fecha a la vista. Viajaremos a Pamplona, porque la amistad sólo se prueba en los momentos en que uno siente que se le clavan astas astifinas en las palmas del futuro. Lo sé porque ya estoy calado hasta la cepa. Viajaremos para animar, para hacer piña, para acariciar con palabras, para acompañar, para que la parca nos dique y se acojone, viendo que somos más de uno y de dos y de una docena y huya hacia otro cuerpo, a poder ser celeste. Por lo demás espero cita en el Deutche Bank, con un tipo con clase que tiene hasta la picha tatuada de Hermés. Por lo demás las medallas de la ilusión tintinean en el pecho, como las estampas colgadas al vacío del pecho de un torero. Por lo demás el cielo está azul, la piscina limpia, hay nuevas entradas en el blog de los amigos, los árboles gritan primavera y la mirada de Itziar parpadea y lagrimea sin saberlo, deseando sus ojos perder la virginidad con el plasma.

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